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Estos son los síntomas y rasgos de los trastornos de la personalidad

Los trastornos de la personalidad están relacionados con la capacidad de una persona de adaptarse y relacionarse con su medio de forma eficaz. Son muy heterogéneos, pero presentan algunos rasgos comunes, como el sufrimiento que causan.

Los trastornos de la personalidad son muy heterogéneos y distintos a otros problemas de salud mental, como la depresión o el trastorno bipolar. Se calcula que afectan al 10-20% de la población general. “Son muchos, muy diferentes y tienen que ver con una exageración de rasgos de carácter que genera una dificultad para adaptarse al mundo”, resume Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental. “Representan desviaciones extremas o significativas del modo en que el individuo normal de una cultura determinada percibe, piensa, siente y, particularmente, se relaciona con los demás”, describe Ana María de Granda Beltrán, especialista en psiquiatría del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.

Uno de los aspectos más importantes es el sufrimiento que experimentan quienes los padecen y su entorno. “Su inicio se sitúa en la adolescencia o principios de la edad adulta, son estables a lo largo del tiempo y comportan malestar”, apunta De Granda, quien resalta que esta última parte “tiene mucha importancia”.

Criterios para diagnosticar un trastorno de personalidad

Para poder hacer un diagnóstico de trastorno de la personalidad tiene que haber una afectación en al menos dos de las siguientes áreas:

  • Cognición: formas de percibir e interpretarse a uno mismo, a otras personas y a los acontecimientos.
  • Afectividad: tiene que ver con el rango, la intensidad, la labilidad y la adecuación de la respuesta emocional.
  • Funcionamiento interpersonal y control de impulsos.

Tipos de trastornos de la personalidad

Los trastornos de la personalidad son tan heterogéneos que se suelen dividir en tres clústers o grupos que comparten ciertos elementos. El clúster A engloba a aquellos individuos que, en palabras de Díaz Marsá, “no necesitan demasiado contacto con la realidad y tienen ideas un poco extravagantes”. Los del clúster B son los sujetos “excéntricos, emotivos, impulsivos, más teatrales y muy necesitados de atención y afecto”. Por último, en el clúster C estarían “los evitativos, es decir, que evitan el contacto con los demás aunque lo desean, a diferencia de los del clúster A”. Estos serían los ejemplos más representativos de los trastornos de cada grupo y sus rasgos y síntomas más característicos:

Trastornos de la personalidad del grupo A

  • Paranoide. Se caracterizan por la desconfianza y suspicacia, interpretando las intenciones de los demás como malévolas.
  • Esquizoide. Sus relaciones están marcadas por el distanciamiento social y también tienden a limitar la expresión de emociones.
  • Esquizotípico. Experimentan un gran malestar en las relaciones íntimas y tienen un comportamiento excéntrico.

Trastornos de la personalidad del grupo B

  • Límite. Gran impulsividad e inestabilidad en las relaciones con otras personas, entre otros rasgos.
  • Antisocial. Desprecio y falta de respeto hacia los demás y sus derechos.
  • Histriónico. Emotividad excesiva y búsqueda permanente de atención.
  • Narcisista. Necesidad de admiración y falta de empatía. Tendencia hacia la grandiosidad.

Trastornos de la personalidad del grupo C

  • Evitativo. Inhibición social e hipersensibilidad ante las críticas.
  • Dependiente. Excesiva dependencia de otras personas, necesidad de ser cuidado y aceptado, tendencia a la sumisión.
  • Obsesivo-compulsivo. Preocupación por el control y el orden.

Trastorno límite de la personalidad

El trastorno límite es muy frecuente y, según Díaz Marsá, produce una mayor disfuncionalidad que el resto de los trastornos de personalidad. Se inicia en la adolescencia y se caracteriza por “sentimientos de vacío, inestabilidad afectiva, actos impulsivos recurrentes, abuso de drogas, intentos de suicidio, agresiones, autolesiones…”.

No está claro que los trastornos de la personalidad en general, y este en particular, se puedan prevenir. No obstante, tal y como apunta la psiquiatra de la Fundación Jiménez Diaz, en el trastorno límite de personalidad “se consideran los factores ambientales precoces (nivel socioeconómico, psicopatología familiar, relación padre-hijo y los eventos traumáticos, como el abuso, maltrato o abandono infantil), factores temperamentales o características de personalidad (como bajo autocontrol, la impulsividad y la inestabilidad afectiva en adolescencia) y factores genéticos y neurobiológicos como factores de riesgo”.

En el resto de trastornos también se observan condiciones que pueden favorecer su desarrollo. “Por ejemplo, en el trastorno histriónico el trauma de origen sexual o la sobreprotección, y en el trastorno de evitación, el temperamento tímido y la inhibición conductual”, apunta de Granda.

Por lo tanto, podría existir cierto margen de prevención evitando las experiencias traumáticas. En este sentido, la psiquiatra aclara que el cribado o búsqueda sistemática “de la presencia de los factores de riesgo más comunes en los jóvenes representa el primer paso para el seguimiento de las personas en riesgo y el establecimiento de un tratamiento específico y de esta forma un mejor pronóstico”.

Cómo se tratan los trastornos de la personalidad

Los trastornos de la personalidad son, por definición, patologías crónicas o con tendencia a la cronicidad. No obstante, “algunos de ellos pueden mejorar con la edad o con la aplicación de tratamiento adecuado”, precisa de Granda.

Las terapias que se aplican dependen del tipo de trastorno. “En la mayoría de los trastornos de personalidad el tratamiento es fundamentalmente psicoterapéutico, pero se pueden utilizar fármacos para otros problemas que a veces se asocian a ellos, como la ansiedad o la depresión”, señala Díaz Marsá.

A modo de ejemplo, de Granda explica que las clases de psicoterapia que se han mostrado más eficaces para el trastorno límite de personalidad son “la terapia cognitivo-conductual y la terapia conductual dialéctica”. Esta última está especialmente indicada para abordar los síntomas de impulsividad e inestabilidad que se materializan en actos suicidas.

En cuanto a los fármacos, “no hay ninguno indicado como tal para cada trastorno; se eligen en función de los síntomas que sean más acentuados y generen mayor malestar y alteración en la persona”. En muchos casos, los psicofármacos “ayudan a sentar al paciente para la psicoterapia”, ya que si está “muy invadido de síntomas” es difícil que la siga adecuadamente.

Fuente: Cuidateplus

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