La OMS indica que la emergencia sanitaria vino a paralizar o perturbar los servicios de salud mental
La pandemia de Covid-19 no sólo ha tenido efectos en la salud física de las personas que se contagian, sino que también ha pasado la factura a la salud mental de la población, debido al aislamiento, la incertidumbre por la enfermedad, el duelo por la pérdida de un ser querido, la crisis económica, los problemas laborales y la falta de contacto social.
Los datos son devastadores. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que la emergencia sanitaria vino a paralizar o perturbar los servicios de salud mental esenciales de 93 por ciento de los países, en tanto que incrementó la demanda de estos servicios.
“El duelo, el aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo están generando o agravando trastornos de salud mental. Muchas personas han aumentado su consumo de alcohol o drogas y sufren crecientes problemas de insomnio y ansiedad. Por otro lado, el mismo Covid-19 puede traer consigo complicaciones neurológicas y mentales, como estados delirantes, agitación o accidentes cerebrovasculares”, indica el organismo internacional.
En Europa, por ejemplo, se ha observado un claro aumento en los niveles de ansiedad y estrés. Diversas encuestas muestran que alrededor de un tercio de las personas adultas reporta niveles de angustia; entre la población más joven, estos sentimientos alcanzan a una de cada dos personas.
Los pensamientos suicidas han aumentado entre ocho y 10 por ciento, y entre los jóvenes la cifra asciende a entre 12.5 y 14 por ciento, según revela un estudio publicado este año en la revista científica The British Journal of Psychiatry.
La investigación agrega que la salud mental se ha deteriorado más entre las personas que viven situaciones socioeconómicas más desfavorables y en pacientes con problemas de salud mental previos.
El suicidio sigue siendo una de las principales causas de muerte en todo el mundo, según la OMS. Incluso antes de la pandemia, cada año perdían la vida más personas por suicidio que por VIH, paludismo o cáncer de mama, o incluso por guerras y homicidios. Cerca de 800 mil personas se suicidan cada año, siendo la segunda causa de muerte en personas de 15 a 29 años.
México no está exento de este fenómeno. Las cifras más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) revelan que 2020 cerró como el año con más suicidios en las últimas tres décadas, alcanzando un récord de siete mil 896. El año pasado el país alcanzó una tasa de 10.5 suicidios por cada 100 mil habitantes.
El suicidio se colocó como la tercera causa de muerte entre los adolescentes de 10 a 14 años, solo debajo de los accidentes y los tumores malignos. También fue la tercera causa entre los jóvenes de 15 a 24 años, por debajo de los homicidios y accidentes.
Los casos de depresión van al alza desde 2014, según datos de los boletines epidemiológicos de la Secretaría de Salud (SSa). Ese año se diagnosticaron 69 mil 594 nuevos casos mientras que en 2019 se registraron 126 mil 231, lo que equivale a un incremento de 81 por ciento en un lustro.
Para 2020 los casos diagnosticados disminuyeron a 84 mil 396, aunque es probable que esto se deba a que la pandemia provocó que muchas personas dejaran de acudir a los centros de salud para recibir atención médica.
Pese a la subestimación en los registros, hay informes que dan cuenta de la magnitud del problema durante la emergencia sanitaria.
Según la Encuesta de Seguimiento de los Efectos de Covid-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos (Encovid-19), 27.3 por ciento de las personas de 18 años y más presentaron síntomas depresivos, mientras que 32.4 por ciento tuvieron síntomas severos de ansiedad debido al aislamiento social, las presiones económicas y la incertidumbre.
El ejercicio realizado por el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana y Quantos Investigación Cuantitativa, se levantó en abril de 2020, es decir, apenas un mes después de que llegó la pandemia a México.
Por otra parte, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre Covid-19 (Ensanut 2020) indica que tres por ciento de la población tuvo necesidad de servicios de salud mental, aunque no necesariamente recibió atención médica.
EFECTOS DEL COVID
Un informe del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), publicado en marzo de este año, indica que el coronavirus ha afectado la salud mental de las personas en varios canales.
En primer lugar, está el miedo al contagio, lo que puede generar ansiedad y otras formas de trastornos mentales con impactos duraderos y discapacitantes entre quienes los sufren.
La modificación de las relaciones entre los miembros de la familia y en el trabajo también han influenciado los estados emocionales durante el confinamiento, señala el documento ¿Es la salud mental la pandemia después del Covid-19?
“Las relaciones interpersonales entre miembros de la familia han cambiado durante la pandemia como resultado de los nuevos procedimientos de teletrabajo, la obligada escolarización en casa o incluso el desempleo. Estos cambios abruptos a veces se han traducido en modificaciones de los roles familiares, lo que puede conllevar altos niveles de estrés a lo largo de semanas o incluso meses, y potencialmente provocar ansiedad, depresión y otros trastornos”.
Agrega que, durante el confinamiento domiciliario, hubo un aumento significativo de la violencia intrafamiliar, la cual se asocia con un riesgo entre dos y tres veces mayor de depresión y ansiedad en las mujeres supervivientes, y es el factor que más se relaciona con el suicidio de niñas y niños.
Los sentimientos de soledad o del luto por la pérdida de un ser querido también han abonado al deterioro de la salud mental.
Incluso, las personas que siguieron laborando en sus puestos de trabajo estuvieron expuestos a mayores grados de preocupación por el riesgo de contraer el virus.
En el caso del personal de salud, la situación ha sido más difícil. “Durante los primeros días de la pandemia tuvieron que responder a un flujo constante de pacientes con un amplio abanico de síntomas que podían provocar rápidamente la muerte, en especial como consecuencia de la falta de guías claras y de la ausencia de protocolos, y algunas veces incluso de equipos de protección individual.
“Estas situaciones pueden dar lugar a diferentes problemas de salud mental como síndrome de desgaste profesional (burnout), depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático y, en último término, suicidio”.
La enfermedad misma ha afectado la salud mental de las personas. El informe del ISGlobal alerta que existe un estrecho vínculo entre los trastornos mentales y el Covid-19, lo que puede implicar aspectos tanto de comportamiento como neurobiológicos.
Ejemplifica que entre 30 y 60 por ciento de los enfermos de coronavirus sufren manifestaciones del sistema nervioso central y periférico, incluyendo alteraciones de la conciencia o su pérdida, que pueden durar varios días.
“El delirio es el síndrome neuropsiquiátrico agudo más frecuente, seguido de un estado de desánimo y ansiedad. Una proporción más pequeña de las personas infectadas también presenta psicosis y catatonia.
“El ánimo depresivo y el síndrome de fatiga se han descrito en el contexto del Covid persistente o ‘long Covid’, definida como la persistencia de síntomas durante cuatro semanas o más”.
El ISGlobal señala que el coronavirus también afectó los servicios de salud en todas sus modalidades, que se volcaron a atender la pandemia. La falta de servicios “conllevó alteraciones en los tratamientos y servicios de apoyo para personas con trastornos preexistentes o que esperaban un diagnóstico o tratamiento de una enfermedad de salud mental”.
Finalmente, la crisis económica terminó afectando a un número creciente de personas que se enfrentaron a la pérdida de su empleo o a una disminución de sus ingresos, “lo que provocó sentimientos de desesperanza y desesperación en personas en edad productiva”.
NO HAY DINERO
Pese a que son cada vez más las personas que requieren servicios de salud mental, los recursos destinados a este propósito son escasos.
La OMS indica que en promedio los países gastan dos por ciento de sus presupuestos sanitarios en salud mental, mientras que la asistencia internacional para este rubro nunca ha superado uno por ciento de toda la asistencia para el desarrollo en el ámbito de la salud.
“Esto ocurre a pesar de que por cada dólar invertido en la ampliación del tratamiento de trastornos mentales comunes, como la depresión y la ansiedad, se obtiene un rendimiento de cinco dólares en cuanto a la mejora de la salud y la productividad”, apunta el organismo internacional.
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