La anorexia es un trastorno de la conducta alimentaria que habitualmente se asocia a jóvenes adolescentes. Sin embargo, se trata de una enfermedad cada vez más frecuente en la población adulta, principalmente entre las mujeres de 30 y 40 años.
Según la Asociación para la Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa (Adaner), el 85% de las personas que sufren anorexia son mayores de 18 años y más de la mitad de las que acuden a las asociaciones de pacientes para superar la enfermedad superan los 30 años. Las mujeres siguen siendo las principales afectadas, independientemente de la edad, y se estima que por cada hombre hay 10 mujeres con la enfermedad.
La anorexia se caracteriza por una profunda insatisfacción con la imagen corporal y el miedo intenso a engordar. Esto lleva a la pérdida constante de peso, para lo que se recurre a dietas estrictas, periodos de hambruna, ejercicio exagerado, laxantes, diuréticos o incluso la provocación del vómito.
Por muy delgada que esté, la persona con anorexia tiene una visión distorsionada de su propia imagen, que en ocasiones intenta disimular para no ser confrontada. Además, aparecen pensamientos obsesivos respecto a la alimentación y todo lo relacionado con ella, lo que hace que evite todo tipo de situaciones que impliquen ingerir alimentos, como por ejemplo quedar con los amigos o la familia. Al consecuente aislamiento se suma la aparición de otros síntomas, como depresión, ansiedad, amenorrea, anemia, pelo y uñas débiles, piel seca o amarillenta, estreñimiento, hinchazón de las articulaciones o problemas dentales.
Pero, ¿cuáles son los motivos que empujan a una persona adulta a la anorexia? En el origen de la anorexia confluyen varios factores que pueden variar de una persona a otra: problemas emocionales y de autoestima, necesidad de aceptación, autoexigencia e hipersensibilidad a la crítica y a la opinión del entorno… Asimismo, suele haber un factor desencadenante que precipita el problema y que puede estar relacionado tanto con el ámbito personal-familiar como laboral, como un divorcio, situaciones de abuso o la pérdida del puesto de trabajo.
Identificar el problema en quienes nos rodean no siempre es fácil en las fases iniciales, ya que la pérdida de peso que se produce al inicio de la anorexia suele ser bien vista por la sociedad, dados los cánones de belleza que imperan hoy en día: físicos escuálidos, huesudos y sin curvas.
Por ello, la labor de familiares y amigos es fundamental a la hora de detectar cualquier signo de alarma y ayudarles a buscar ayuda profesional. Se estima que el 70% de las personas con un trastorno de la conducta alimentaria, como la anorexia, superan su enfermedad. (estás seguros de este dato? Me parece un porcentaje muy alto? Qué se entiende por superar?) Y para ello es imprescindible que se pongan en manos de un equipo multidisciplinar de especialistas, formado por médicos, psicólogos y nutricionistas, capaz de diseñar un tratamiento individualizado que se adapte a las circunstancias de cada persona.
El tratamiento está encaminado a tratar las causas de la anorexia y los aspectos psicológicos que la propician, normalizar el peso y educar en nuevos hábitos alimenticios, todo con el fin último de alcanzar una pronta recuperación y evitar las recaídas. Es un camino largo y en ocasiones difícil, pero que es posible terminar gracias al apoyo de los especialistas adecuados.
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