Por Lic. Bárbaro F. Rodriguez Leal
Genéricamente podría definirse el acompañamiento terapéutico (AT) como una práctica sociocomunitaria con funciones rehabilitadoras que suele emplearse como técnica complementaria dentro de estrategias multidisciplinarias de intervención. En este sentido, su principal escenario es la calle, entendida como contexto cotidiano y considerando que ahí emergerán menos resistencias, dado que se intenta evitar cualquier tipo de artificialidad terapéutica e institucionalización como consecuencia del ingreso prolongado.
Surgió en la década de los sesenta en Argentina como una alternativa y reacción a la internación cerrada y la marginación social consecuente. Poco a poco se ha ido expandiendo a otros ámbitos (educativos, asistenciales, judiciales…), buscando favorecer la integración social, la resocialización, la toma de contacto con el exterior y potenciando el desarrollo de la autonomía del paciente
Representando una perspectiva de abordaje psicoterapéutico, desde la que se pone en juego una amplia gama de posibilidades gracias a su característica “In situ” la cual permite presenciar, manejar y diagnosticar diferentes dinámicas de comportamiento disfuncionales tanto a nivel personal y familiar que en muchos casos pasan desapercibidos para el terapeuta clínico en su consultorio.
Viéndolo desde una perspectiva clínica el terapeuta convencional podrá trabajar con mucha efectividad en su consultorio logrando quizás resultados visibles en el discurso y la determinación del paciente, pero al momento de este terminar la consulta y enfrentarse a las variables ambientales determinadas como factores de riesgo o no, por ejemplo la misma familia, el paciente que aun no cuente con habilidades de autorregulación o una firme determinación al cambio, se verá infestado, sobrepasado por la situación de manera consciente o inconsciente desencadenando en una repetición de los patrones conductuales no deseados y perjudiciales.
En cambio, el acompañante terapéutico al tener la posibilidad de estar en todo momento junto al paciente podrá desempañar un importante papel en la mantención y avance de los logros propuestos en la terapia convencional, conteniendo al paciente, guiándolo e interfiriendo en cualquier dinámica familiar, patrón conductual o en general cualquier factor de riesgo que pueda perjudicar el proceso terapéutico.
Un ejemplo claro sería en los pacientes psiquiátricos diagnosticados de trastornos delirantes, esquizofrenia, o adicción a sustancias. En los cuales más allá de la ruptura con la realidad leve, moderada o grave que se puede encontrar en los primeros dos trastornos, existen varios factores en común como la incapacidad para controlar los impulsos, patrones de comportamiento inadecuados de la familia con el paciente, evasión de la realidad tanto desde la familia como en el paciente al no aceptar la enfermedad en cuestión.
Los factores anteriores pueden trabajarse de modo mas efectivo e inmediato al interactuar directamente con el entorno familiar y social del paciente sin dejar de lado una correcta colaboración entre el terapeuta convencional y el médico psiquiatra los cuales de igual modo son imprescindibles para el logro de los resultados terapéuticos deseados. Por eso se expone al acompañante terapéutico como una herramienta efectiva utilizada por el psicólogo y el psiquiatra, ya que este va a ejercer la importante tarea de contener al paciente, evaluar su entorno y modificar “In situ” los patrones conductuales indeseados.
Aclarando que el acompañante terapéutico no se limita exclusivamente a los casos anteriores, sino que también cobrará un gran protagonismo en la inserción social de niños con trastornos del espectro autista, Déficit de atención e hiperactividad(TDAH), o personas de la tercera edad con principios de demencia u otro tipo de dificultades o enfermedades.